Todo comenzó en el año 1946 con una tienda de miel. La regentaba Aniceto junto a su mujer María. No tardaron en ampliar la oferta y empezar a trabajar los pestiños de un cliente habitual. El negocio fue creciendo y con él la familia. Pedro, uno de los hijos, comenzó a trabajar en el negocio a los 14 años dando el relevo a sus padres poco a poco. Con mucho trabajo y mucho amor por el dulce, Pedro consiguió posicionar a Animari como una de las pastelerías referencia en la ciudad de Madrid. Tras una vida dedicada al oficio y una trayectoria ejemplar, Pedro se retira dejando paso a las siguientes generaciones, sus hijos y nietos, los cuales mantienen intacta la filosofía y los valores de Animari.